27.1.06

Invenciones (Segunda parte - Tú y el mundo)

Tú para mí no existías. Quizás otras personas, que para mí son igualmente inventadas, te habían creado por sí mismas, pero de mil formas distintas. Cada versión tuya es distinta en cada mundo. Para mí no existías, tuve que inventarte. Tuve que crearte e introducirte en mi mundo, donde nunca antes habías estado.

Te creé con mimo, cariño, delicadeza y dedicación. Cuidé cada detalle, intentando darte la capacidad de amarme, pero no la imposición. Te di un corazón de rosas rojas, esperando que un día volviese a mí. Te di un alma de rosas blancas, suspirando por que un día suspirase por mí. Y pensé en un mundo más amplio, donde nadie pudiera molestarnos. Te inventé con la libertad de quererme u odiarme.

Y todo salió mal. Y nada salió. Tu alma nunca suspiró por mí. Tu corazón nunca volvió a mí. Quizás yo mismo soy una invención de la nada. Y no existo. Y no soy.

26.1.06

Invenciones (Primera parte - El mundo)

Nadie existe. Nada existe. Cada ser humano es su propio dios y crea por tanto su propio mundo. No existe, por tanto, nada ni nadie más que uno mismo.

Cada uno en su mundo inventa a quien quiere, inventa lo que quiere. Alguien entra en tu mundo en el momento en que lo inventas. Y tienes que inventarlo, simple y llanamente porque no existe. Lo creas, le das personalidad y características, le das la capacidad de ser, con todo lo que ello implica. Con pétalos de rosa lo formas y lo moldeas. Es entonces cuando alguien, de alguna forma, existe para ti. Es entonces cuando lo sientes en tu mundo, que es el único que existe.

Todo lo que entra en tu mundo resulta ser una invención, porque nada existe más que tú. Tú tienes la decisión de dar mayor o menor capacidad de actuación a tus creaciones. Tú tienes la posibilidad de proporcionar mayor o menor protagonismo a tus invenciones. Puedes darles la oportunidad de pensar y dejar que pase el tiempo, sin saber cuál será la siguiente estación, pues ellos se encargarán de ir o no contigo. O puedes tomar el control de todo y de todos, pormenorizando cada detalle.

Tú eres quien decide si cuidar o no esas invenciones, levantadas con pétalos de rosa. Tú decides qué regar y qué no regar, quién regar y quién no regar. En tu mano está que alguien siga presente en tu mundo o pase al lado que no se ve, al rincón donde habita lo borroso, lo marchito.

22.1.06

Una canción sin más

Hay cosas que dejamos de ver,
hay cosas que buscamos sin más.
Alguna vez hubo gente distinta
esperando aprender a volar.

Mil y una vidas para elegir
y, cómo no, elegí la peor.
Sé que no es tarde, pero ya no llego
y me quedo sentado en el suelo.

Sin hablar.
Sin mirar.
Recordando.

Sin vivir.
Sin salir.
Y llorando.

20.1.06

Delirios febriles I

Quiero pero no puedo.
No duermo, no puedo.
Quiero ser yo pero no puedo.
No vivo, no puedo.
No sé, no sé nada.
No sé dónde estoy.
No sé cómo me llamo.
Sólo sé que espero dos palabras.
No sé nada.
Sé algo.
Sé que te espero.
Y ahora estoy triste.
Quiero ser tú.
Quiero ser yo.
Pero nunca lo seré.
Y duele.
Y sangro.





delirio.
(Del lat. delirĭum).

3.
m. Psicol. Confusión mental caracterizada por alucinaciones,
reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia.

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

febril.
(Del lat. febrīlis).

3.
adj. Ardoroso, desasosegado, inquieto.

10.1.06

21 recuerdos

Veintiún recuerdos. Unas veces saben a mucho, otras a poco. Veintiuna historias, cada una diferente. Unas veces duran segundos, otras veces duran años.

He querido, me declaro culpable. Desde aquel primer beso, me declaro culpable. Pero fue después cuando sentí de verdad el amor. Primer amor adolescente, de esos que te hacen reír ahora, pero te hicieron llorar mares. Nunca olvidaré aquel tiempo ni aquel adiós.

Después, poco de cualquier cosa y mucho de echar de menos. Algunos recuerdos se iban formando sin más, teniendo como base en la memoria unas palabras rizadas. ¿Hasta cuándo? Hasta que pasa lo que suele ocurrir. De repente, algo que era grande se vuelve insignificante cuando te das cuenta de lo que tienes delante.

Fue entonces cuando conocí todo, cuando nos hicimos mayores juntos, cuando un beso nos llevaba a un lugar diferente. Esas cosas que no se olvidan. Porque el día que el Big Ben pare su lenta, pero incansable andadura, ese día acabará nuestro (mi) recuerdo. Vivencia que terminó sin más, un día cualquiera. Vivencia que terminó conmigo, una tarde cualquiera. Demasiadas ideas, no siempre buenas. Demasiado querer a alguien que se alejaba. Demasiadas madrugadas de septiembre, solo por la calle, esperando nada.

Esas cosas cuesta superarlas, pero se superan. Pero, ¿qué pasa entonces? Que te das cuenta de que has vivido tanto tiempo en tu burbuja, sin preocuparte de nada ni de nadie, que cuando sales vives en un mundo desconocido. Y te das cuenta que has hecho daño a la gente que, a fin de cuentas, siempre ha sido la única que nunca te ha abandonado. Y te das cuenta que te has portado tan mal que has roto algo que nunca se podrá arreglar. Y te lamentas, pero te lo mereces. Y te lamentas, pero no te la mereces.

¿Y qué haces? No sé si por despecho o desecho, buscas abrigo en cualquiera que te quiera abrazar. Buscas, de alguna forma, sentirte querido donde sabes que no podrás corresponder. Y haces daño, pero no se lo merecen. Y quieres largarte, pero no te atreves. Y así mucho tiempo, demasiado.

Llega un momento en que rompes, te olvidas. Y te dedicas a conocer sueños. Y te dedicas a conocer la Europa que queda más allá del Big Ben (que sigue marcando la hora). Y el destino, ese muchacho travieso, quiere llevarte, como a ella, a un pueblo precioso, como ella. Y Ceský Krumlov, ante la atenta mirada de la luna, es testigo cruel de un saludo y una despedida, casi sin darte cuenta de que ha habido tiempo por medio. Y dura mil veces más el recuerdo que la vivencia. Y tiempo después, te preguntas si la volverás a ver (en algún lugar del tiempo), mientras comienzas a darte cuenta, por enésima vez, que los amigos, a pesar de no ser el más apasionado, son el más largo y sincero amor.

Y conoces gente y vuelves a recordar lo olvidado: “No te enamores con el primer beso”. Y entre tantas historias, vuelves a hacer daño. Quieres, te quieren, pero vuelves a hacer daño. Uno de los mejores meses, que componen el vigesimoprimer recuerdo, entre velas y rosas… pero vuelves a hacer daño. Y no puedes hacer más que agachar la cabeza y susurrar que lo sientes, pero te equivocaste.

¿Y ahora qué? Noches buenas, noches malas. Ya no me atrevo a decir nada. Dejemos que pase el tiempo. Queda mucho, esperemos.

2.1.06

Un beso fatal

Cuenta cuentos que nadie contó, y con ellos crea silencios nunca creados. Todo gira despacio cuando sus labios se despegan para hilar tejidos de palabras. Quizás por ello cesen su canto los pájaros. Quizás por ello no he dicho una palabra, porque con ella se aprende a escuchar.

Los ojos que ella toca con su mirada quedan para siempre hipnotizados. Es como naufragar en un mar gris, en otros tiempos. Quizás por ello nadie se atreva a mirarla fijamente, porque no existen mapas para salir de su laberinto.

Si no has aprendido a vivir antes de estar con ella, estás perdido. No habrá más oportunidades. Cuando menos te lo esperes, aparecerá, de noche. Si no sabes responderle su cruel pregunta, te mirará a los ojos y te dirá que no quiere volverte a ver. Y no la volverás a ver. Ni a ella ni a nadie.

Vagarás por el laberinto de sombras que encierra su mente. Y querrás escapar. Y querrás llorar. Pero su beso fatal ya habrá humedecido tus labios. Y querrás saltar. Y querrás acabar. Pero la estela negra de su vestido te habrá amordazado y atado de pies y manos. Cuando te quieras dar cuenta no existirá tu corazón. Cuando te quieras dar cuenta, no existirás. Ni tú ni nadie. Su beso acabará con todo. Y no habrá un dios para verlo. Y no habrá un dios para evitarlo.