28.9.05

Capítulo 3: El hecho

Quiero volver a verte.

Fin.

27.9.05

Capítulo 2: La finalidad

Para que almacenemos besos en una cajita.
Para que borremos oscuros recuerdos.
Para que creemos un nuevo sol cada día.
Para que durmamos en una nube distinta cada noche.
Para que empecemos a terminar lo empezado.
Para que formemos un solo corazón.
Para que galopemos a lomos de la nada.
Para que huyamos cuando nada vaya bien y cuando nada vaya mal.
Para que intentemos aprender todo y más.
Para que juntemos fuerzas y alegrías y penas.
Para que llenemos las casillas vacías.
Para que muramos juntos si es que morimos.
Para que neguemos el paso al “te echo de menos”.
Para que obedezcamos a nuestro corazón.
Para que pongamos todo de nuestra parte.
Para que quememos los billetes de vuelta.
Para que rompamos con todo menos con los que nos quieren.
Para que sepamos que nos tenemos el uno al otro.
Para que tú seas mía.
Para que unamos nuestras manos mil y un días.
Para que volemos con la imaginación o sin ella.
Para que yo sea tuyo.
Para que zozobrar en el amor sea cosa del pasado.

26.9.05

Capítulo 1: La causa

Porque alcanzas el cielo con la punta de los dedos.
Porque bebes de fuentes escondidas.
Porque coses heridas de guerra.
Porque deseas lo mejor para todos sin esperar nada para ti.
Porque estrenas sonrisas y penas.
Porque facilitas la tierna palabra.
Porque ganas aunque pierdas.
Porque haces amar a cualquiera.
Porque imaginas lo que no se puede.
Porque juegas con el agua de forma inocente.
Porque llamas a la puerta correcta.
Porque miras con los ojos cerrados y el alma abierta.
Porque nublas mi vista al despedirte.
Porque ordenas el desorden de mi corazón.
Porque permites entrar a un pobre loco.
Porque quieres conocer el mundo y lo demás.
Porque resuelves enigmas en segundos.
Porque sabes a sal y sabes que lo sé.
Porque tienes algo que no tiene nadie.
Porque usas argumentos que me convencen.
Porque vagas por calles sin sombras.
Porque zambulles tu alma en el mar que creamos un día.

21.9.05

Cómo duele cuando duele

Cómo duele cuando duele,
cómo duele el corazón.
No sabes ni por qué ni cómo,
pero duele el corazón.
No sabes cuándo ni dónde,
sólo sabes que no sabes.
Piensas y luego piensas
y luego quizás,
si queda tiempo,
piensas un rato más.
Cómo duele cuando duele.

18.9.05

Eternos

Pasan los días, que ya llegan a formar meses. Aunque no quiera, al cerrar los ojos, cada día me cuesta un poquito más recordar tu cara. Se echa de menos. Sabes el qué, pero no el por qué.

Dame la mano como me la dabas. Vamos a pasear por una ciudad a oscuras. Te prometo que no habrá nadie más, pero sólo si tú me prometes que esta vez no nos separaremos. Tengo miedo de abrir los ojos y no ver los tuyos. Es un golpe duro para un frágil corazón. Tengo miedo de dejar de soñar.

Ven conmigo, por favor. Iremos a contar las estrellas. Te haré cosquillas para distraerte y tener que empezar una y otra vez. Sólo de esa forma nos haremos eternos. Siempre que haya una estrella por contar. Siempre que me mires a los ojos. No me sueltes la mano. No dejes caer mi corazón.

16.9.05

Un tiempo después

Con el paso de los años he conseguido olvidar, pero no quiero perdonar. En este tiempo he buscado ayuda en alguna palabra que saliese de mi boca para nunca más volver, alguna cama perdida donde no llegué a echar el ancla, algún paseo por los lugares que pisaste, conmigo o sin mí, porque ya daba igual. Perdí sin razón aparente.

No te voy a echar de menos, no te daré ese privilegio. Saber, amar, respirar, abrazar. Son palabras básicas que nunca entendiste. Me partiste en dos, jugaste conmigo, pero nunca te odié por ello. El otro día lo comentaba con un amigo. Nunca puede odiarse a alguien que te pisó el corazón. Si lo pisó es porque alguna vez lo tuvo. Y tú lo tuviste. Y tú lo sabes.

Aun así, justo hoy, tras tres tristes años, no te mereces ni una línea más.

13.9.05

Esperar soñando, soñar esperando

Espero. Qué voy a hacer si no. Desde que empecé a esperar no he hecho otra cosa. Quise aprender a volar, pero nadie quiso enseñarme. Hubo un momento en el que también quise olvidar, pero no recordé cómo se hacía. Así que esperé, simplemente esperé, tumbado en un colchón que no existía, en un lugar que nunca visité, en un mundo que no conocía.

Espero una respuesta, aunque no sé muy bien la pregunta. Espero alguna palabra, aunque no vaya a oírla. Abriré bien los ojos para no perderme nada. Y soñaré, simplemente soñaré, mientras espero lo que puede ser o no ser, pero en algún momento fue.

Y espero y sueño. Y compruebo a cada instante si mi corazón sigue latiendo. Yo no lo oigo, pero ella dice que sí con la cabeza.

12.9.05

No existe mucho más

Ella recorre pasillos sin entrada ni salida. Recoge pedacitos del sueño que alimenta. Ellas es ella, y no existe mucho más.

Ella juega con nubes, con soles y lunas quizás. Ella sabe decir cosas que nunca podrías decir. Crea melodías con su voz, ilusiones con su mirada y castillos de cristal con sus manos.

Ella juega, no vive. Ella recita, no habla. Ella ama, no quiere, y la amas aunque no quieras. Ella es y no es. Recompone corazones rotos y almas destrozadas. Nada en mares sin olas, dice que así no hay peligros.

Piensa en alto, ama en bajo, besa en sueños, camina despacio. Hipnotiza con sus ojos, que alguna vez fueron tesoro contado por contadores, buscado por buscadores y encontrado por mí. Surca mil y un mares, con un nuevo mundo sinfónico de fondo.

Ella sonríe una vida y se queda otra soñando. Ella busca y encuentra. Mira a través de tu alma y crea espacios azules. Dice que quiere pero no puede. Yo creo que puede, pero no quiere.

Enciende luces que nunca existirán, pero dice que no cree en las estrellas. Ella sabe. Conoce y desconoce. Enreda y desenreda. Espera y desespera. Enamora para siempre. Ella dice que no. Yo digo que sí.

Ella vive pegada a un cristal, no se atreve a traspasarlo. Ella pregunta aunque sepa la respuesta. Admira a los pájaros por volar y no se da cuenta de que ella también podría. Ella es así, pero no lo es. Tiene miedo, como todos.

Ella es ella, y no hay más.

8.9.05

Desde aquel día

Nos conocimos por casualidad. Yo quería, pero ella no. Yo sólo buscaba alguien que quisiera quererme, pero ella me dijo que no sabía hacerlo. Aun así seguí a su lado.

Aprendí que las cosas cambian aunque no lo desees y que el tiempo pasa aunque quieras pararlo. Y ése es el problema, no el único, pero sí el principal. Y se acabó el tiempo. Se marchó.

Buscando fragmentos de sueños rotos me encontré con miradas perdidas y labios sellados. Todo me decía que no la volvería a ver. Hasta que un día tampoco la vi y al día siguiente supe que siempre sería así.

No quedaba más que recordar, entre músicas desechadas y olores que se adherían al corazón. No quedaba más que hablar con ella en sueños, quién sabe de qué forma, sólo importaba verla sonreír. Hasta que otro día uno de los dos se olvidó de recordar. Y no fui yo.

Desde aquel día miro la luna y no la veo a ella. Desde aquel día...

5.9.05

Nos volveremos a ver... en algún lugar del tiempo

Era tarde, pero no tarde, y tú vestías con tu mirada. Era simple, pero difícil, decirte alguna palabra. Acercarse es un gran paso para los tímidos corazones, eso ya estaba cumplido, y tus dieciocho también. No dije mucho, callaba. Prefería escucharte. Sólo hablaba para dejar constancia, de vez en cuando, de que estar solo es un buen ejercicio cuando no tienes nada mejor que hacer. Y esa tarde lo tenía. Esa tarde, aunque aún fuese a dos metros, te tenía.

Tú hablabas, yo escuchaba. Yo hablaba, tú escuchabas. Reíamos juntos. Aprendimos nuevas cosas, que no podemos pronunciar. Navegamos por susurros verdes, suave brisa, un árbol, el sol. Escuchamos. Sonreímos. Nos miramos. Sonreímos. Aún ni siquiera sabía tu nombre, pero te conocía de toda la vida.

¿Has venido a buscarme? Probablemente, sin saberlo.

Nos dijimos un "hasta luego" y el luego duró cuatro horas.

Era tarde, ya tarde. Hablamos. Sonreímos. Nos miramos. Sonreímos. Cerca quedaba el mar de susurros verdes, suave brisa, un árbol, la luna. Había más gente, pero estábamos solos. Yo hablaba, tú escuchabas. Nos reímos. Tú hablabas, yo escuchaba. Nos miramos. Respiramos el aire que allí existía, desde hacía ocho siglos nos esperaba. No sé si fue en ese momento u ocho siglos antes, pero nos cogimos de la mano. Sabíamos ya mucho más que nuestros nombres.

Tú hablabas, para decirme o intentar decirme lo que ya sabíamos. En ese momento, me di cuenta de que mi corazón no era el único tímido bajo la atenta mirada de las estrellas. Yo hablaba, para decirte o intentar decirte lo que ya sabíamos. Una luz. Susurramos. Sonreímos. Nos miramos. Sonreímos. Nos besamos... nos besamos. Y es entonces cuando lo entendemos todo.

La luz de la luna y el olor a historia amenizan el paseo. No hay mucha luz ahora, pero veo tus ojos, mirándome fijamente. En ese momento me olvidé de todo. No sabía quién era. No sabía de dónde era. Sólo te conocía a ti y me alegraba por ello. Caricias, que recorren el cuerpo.

¿Cómo se para el tiempo? Ojalá lo hubiera sabido. Escucho a tus ojos, mimo tus palabras, degusto tus caricias, huelo el sabor del silencio y beso tus labios. Que no se haga de día. Que no se acabe esta noche. Quédate conmigo. Porque sé que si te vas no te volveré a ver. Porque sé que si no te vuelvo a ver no podré seguir. Pero no me atreví a decírtelo. Escríbeme. Lo haré.

Y te marchaste. Lentamente. Tan lentamente que aún te puedo ver a lo lejos. Y me dejaste con un sabor amargo en el corazón pero con muchas horas nuevas en la memoria. Y miraste atrás mientras te ibas. Nos miramos. Sonreímos, por fuera. Lloramos, por dentro. No hablamos. Escuchamos lo que dicen nuestros ojos. Adiós. ¿Te volveré a ver? Te das la vuelta... te vas.